De qué hablamos cuando hablamos de consumo – Sustennials — Cultura sustentable

De qué hablamos cuando hablamos de consumo

La forma de nombrar nuestros hábitos nos condiciona más de lo que pensamos
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Las palabras se relacionan con nuestros hábitos de manera tal que se determinan mutuamente. La manera en que describimos y entendemos (con palabras) el consumo, también nos determina. 

En estos meses de pandemia aprendimos nuevas palabras: videollamada, tapabocas, distanciamiento social, sanitización, entre otras. La Zoomización de la vida va a dejar secuelas y, probablemente, algunos nuevos hábitos que se apliquen a la vida laboral y educativa sean positivos. Pero también nosotros el usar y vivir esas palabras vamos cambiando su uso. No todo tiene el mismo sentido que siempre tuvo; y cuando el futuro llega con nuevas palabras, algunas desaparecen y otras mutan en formas y sentidos.

Por ejemplo la palabra “Consumir” tiene su origen etimológico en el latín consumere que significa tomar entera y conjuntamente; desbastar, agotar, desgastar. Es un verbo formado por el prefijo -con (conjuntamente, globalmente, del todo) y el verbo sumere (tomar, asumir). Hoy vivimos en una sociedad de consumo, desde la etimología una Sociedad del Desgaste, del agotamiento, de tomar todo sin dejar nada. Pero no siempre fue así.

Durante mucho tiempo las sociedades han propuesto una distinción entre las cosas: de comer, de mirar y de usar dependiendo de cómo se abordan, si con la boca, los ojos o las manos. 

Las cosas de comer son aquellas que nunca llegan a tener una consistencia ontológica, porque su aparición es casi simultánea a su desaparición. Es decir: no llegan a ser cosas porque su fin es su destrucción, son los comestibles o consumibles. Palta, Plato de Fideos, Sopa de Arvejas.

Las cosas de usar son resultado de la interacción entre el Ser humano y la naturaleza. Son objetos que tienen cultura (conocimiento y lazos sociales) impregnados en ellos. Tienen una valoración, tienen un fin. El objeto obtiene sentido desde su diseño y su funcionalidad. Pantalon, Martillo, Móvil.

Las cosas de mirar o maravillas, (del latin marabilias que significa ‘cosas dignas de ser miradas’), son aquellos objetos que existen en todas las sociedades desde hace por lo menos 40.000 años atrás, en una especie de plebiscito cultural ininterrumpido, en donde se renunciaron a comerse (consumir) y al mismo tiempo inutilizar (no usar) ciertos objetos para dotarlos de un valor sagrado o religioso. Arte, Ciencias, Iconos Religiosos.

Hoy estamos en un momento histórico en donde perdimos esta taxonomía de las cosas. No distinguimos entre las cosas de comer, cosas de usar y cosas de mirar. Somos la primera sociedad de la  historia que tratamos por igual a una manzana, un martillo, unos pantalones, un hombre, un cerdo, una mujer o una catedral. Hemos reducido al pan, los coches, las semillas, las ciudades,y las imágenes de todos ellos, en consumibles, en cosas de comer. Todo son objetos que no duran, que no tienen un sentido más allá de su desgaste. Nos comemos un par de pantalones, una escultura y plato de fideos.

Somos la primera sociedad de la  historia que trata por igual a una manzana, un martillo, unos pantalones, un cerdo, una mujer o a una catedral. Todas son cosas de comer, consumibles, objetos que no tienen un sentido más allá de su desgaste.

Visitar un museo para sólo dejar asentado con una selfie que hemos estado allí es tratar a la maravilla como comida, para saciar “el hambre de mostrar”, pero no nos detenemos a contemplar. Tratamos a un pantalón como un símbolo de status, como una obra de arte aunque luego cambia la moda y lo desechamos (se consume su sentido, pero no el objeto).

Cuando transformamos una palta o un plato de fideos -que debería ser tan sólo una fruta sabrosa o una mezcla de carbohidratos bien sazonado que nos brinda la energía necesaria y que tiene mucho sentido consumir (de manera literal)- en una obra de arte y lo dejamos retratado para la posteridad. Abordamos a todas las cosas por igual, nos comemos todo, sea el objeto (palta) o la imagen de ese objeto (escultura, iphone o palta).

Esta forma de entender lo Consumible explica mucho los problemas que tenemos como humanidad. Hoy nos encontramos en las puertas de una crisis climática, que traerá aparejada una crisis humanitaria sin precedentes, debido sobre todo a la presión que ejercemos sobre el planeta en este afán de consumir todo, de comernos el mundo.

No nos detenemos frente a las marabilias de la naturaleza: las selvas, montañas, humedales, bosques y seres vivos que en ellos habitan (la biodiversidad, el capital natural) son arrasados para generar alimentos o recursos para generar bienes de consumo para desgastarlos, tomarlo todo. Hay una dialéctica muy interesante entre lo que hacemos y cómo lo nombramos: Sociedad de Consumo.  

Pero el futuro llega con nuevas palabras, que son como agoreros del porvenir. Y hoy estamos oyendo palabras como slow-food, slow-fashion, Share/compartir, Co-uso, usar no tener, palabras y frases que comienzan a modelar una realidad en donde las cosas tienen estatus, funcionalidad y lógicas diferentes. 

El mundo del futuro debe ser sustentable, es decir equitativo, inclusivo y responsable en el uso de los recursos naturales (que son la condición de posibilidad de todo). Pero también debemos, como receptores finales de esos recursos (los productos), adoptar una actitud más responsable con ellos. Es decir, quizás haya que repensar, resignificar la palabra Consumo o directamente dejar de usarla para nombrar la relación que tengamos con aquello objetos (físicos o digitales) que no implique directamente: Destruir, desgastar, descomponer, gastar completamente, extinguir, agotar, acabar que es lo que significa “Consumir”. Porque inevitablemente necesitamos una relación diferente con los objetos y con nuestro entorno. Y así, probablemente logremos también una relación diferente entre nosotros como especie en sociedad.