Cuando era chica tenía una fuerte conexión con la naturaleza, por ir a acampar y vacacionar en lugares donde predominaba lo verde. Además, durante mi infancia, formé parte de grupos que tenían proyectos vinculados a la protección de la naturaleza. La primaria a la que fui era muy progre para ese entonces y me acuerdo que teníamos un taller de ecología donde íbamos a la casa de la maestra y armabamos proyectos con estas temáticas.
Dedicarme a esto, como profesión y como estilo de vida, a pesar de haber estudiado la carrera de Ciencias Políticas, fue haber elegido el camino de trabajar en grandes ONGs del mundo de la conservación como Fundación Vida Silvestre y WWF.
Después de esto, formé parte del partido verde en Argentina que llevó el nombre de Foro de Ecología Política -Los Verdes- y en simultáneo me fui a trabajar a una corporación como Gerente de sustentabilidad. Pasé por el Gobierno de la Ciudad como directora de Estrategias Ambientales y en el 2015 terminé de entender que dentro de las instituciones y del sistema no existía margen para comprender la enormidad de los cambios que había que generar dada la criticidad del momento en el que nos encontramos.
Durante el 2016/2017 y parte del 2018 trabajé haciendo consultorías para territorios locales, algo que me llevó a conocer municipios en el país que estaban muy afectados por los agrotóxicos. En la macro, lo que veíamos era que se aceleraban todos los procesos de degradación. En ese momento salió el informe 1.5 del IPCC (finales el 2018) y ese fue, creo yo, el punto de inflexión para todo el movimiento ambiental y activismo tradicional que venía bajo un proceso de entibiamiento muy fuerte, desde las narrativas y las acciones. El espíritu que tenía Greenpeace de hacer acciones no violentas, se había perdido.
Dentro de las instituciones y del sistema no existe margen para comprender la enormidad de los cambios que hay que generar.
A finales de ese año, empecé a investigar sobre la teoría de la desobediencia civil. Como politóloga era algo que me llamaba mucho la atención, porque estaba ligado al funcionamiento de las instituciones, pero nunca jamás en la universidad nos lo enseñaron. Y acercándome en un primer proyecto con organizaciones antiespecistas, conocí a Male de Voicot y me pasó un link de un video de unos pibes que estaban cortando la ciudad de Londres. Ahí fue que conocí a XR y flasheé. Porque la narrativa le hacía mucho sentido a lo que yo estaba experimentando.
La estrategia de la desobediencia civil como instrumento para presionar los cambios que se necesitan, era todo lo que yo estaba sintiendo en ese momento cuando vi ese video. Ahí fue cuando decidí organizar la primera charla de XR, una charla que se llamaba «Rumbo a la extinción y qué hacer al respecto». El grupo explotó y empezó a tomar vida propia en un formato muy organizado, y ese fue el inicio de XR en Argentina.
Es difícil responder esta pregunta porque realmente no sé qué significa, porque es la única forma de vivir que conozco. En este momento, es tener plena conciencia sobre lo que implica estar transitando un momento histórico, un umbral hacia algo nuevo, porque este sistema no va más, el capitalismo no va más. La sociedad de consumo es una estafa piramidal que dejó a la mayor parte de la humanidad fuera de la torta y que está exterminando la naturaleza a un ritmo sin precedentes en la historia de la tierra.
La sociedad de consumo es una estafa piramidal que dejó a la mayor parte de la humanidad fuera de la torta y que está exterminando la naturaleza a un ritmo sin precedentes en la historia de la tierra.
Yo no creo en los hábitos sustentables o no sustentables. Hay que ser coherentes. Y esa coherencia te va a llevar tomar decisiones que no tienen que ver con hábitos sustentables, tienen que ver con puro sentido común. Abandonar el consumo de animales y sus derivados es un imperativo. Alejarse del supermercado todo lo que se pueda, comprar a proveedores locales y no pisar nunca más una góndola iluminada con luces blancas sabiendo todo lo que implica esa invisibilización. Por supuesto fruta y verdura agroecológica, sin lugar a dudas. Es coherencia entre el diagnóstico de la situación y la propia práctica cotidiana, ¿no?
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