la pandemia pudo haber sido la oportunidad para que los chicos «paren la pelota» y prueben conectarse con valores sociales y ambientales. En vez de eso, la maquinaria nunca se detuvo, reinventándose en clases vía zoom y envío de tarea diaria, y dejando en evidencia que la enseñanza suele ser pensada como un producto. «Como si estuviéramos haciendo salchichas», grafica Doin, que advirtió esta lógica mucho antes del COVID-19, en 2012, cuando estrenó un film-documental que lleva 17 millones de reproducciones en más de 30 países y que señala a la escuela moderna más como una guardería que como un lugar de formación.
Plantearía dos fenómenos. En primer lugar, el de la burocratización del aprendizaje, que de alguna manera es dejado en segundo plano priorizando los procesos que lo validan. Desde el diseño de la planificación curricular, que niega el interés o la curiosidad innata de los niñxs, hasta los sistemas y estructuras de evaluación, que también niegan formas diversas de registrar los procesos de aprendizajes, totalmente desconectadas de experiencias reales, más bien conectadas a simulaciones.
Además están los procesos más amplios, como los docentes, los horarios, las estructuras donde lo que menos podemos encontrar son procesos de aprendizaje que siguen ritmos orgánicos o vitales. Al contrario, siguen ritmos institucionales que niegan las formas más orgánicas de aprendizaje, que son un poco las verdaderas.
En segundo lugar, tenemos la industrialización del aprendizaje, que es en conjunto con la otra, una intencionalidad propia de la escuela moderna de producir en masa aprendizajes. Esta producción niega las particularidades, las diversidades, las identidades propias. Esto ya lo estamos viendo como sociedad y ya se está denunciando más abiertamente desde la diversidad de género, de historia, de clase, etcétera. Y esta industrialización de alguna manera obliga a que el aprendizaje sea un producto. Se ha visto en esta pandemia un claro ejemplo de esta idea de seguir educando como si estuviéramos produciendo salchichas, ¿no?
Es una intencionalidad propia de la escuela moderna la de producir en masa aprendizajes, negando las particularidades, las diversidades, las identidades propias.
El objetivo de una escuela, si fuese empresa, es producir aprendizaje. Lo son las escuelas privadas, que son las que más prácticas nefastas han tenido en la pandemia, de no parar la producción. Esa lógica industrial trata de emular estructuras propias de la producción de productos elaborados a procesos sociales, vinculares, emocionales, afectivos como son los procesos de aprendizaje. Creo que ninguna otra institución aplica tan forzadamente al ámbito de lo humano las lógicas industriales como lo hace la escuela.
Absolutamente, diría que la educación que tenemos es coherente y afin al sistema económico que niega también el cuidado de la vida. Desde nuestra perspectiva, una educación más sustentable no es, solamente, una educación que hable de ese tema sino que se pueda sostener a sí misma en un sentido de cuidado. Es decir que atienda el instinto de aprendizaje, que esté atenta al proceso de desarrollo de los niñxs y que estos procesos sean de manera saludable.
Otro elemento, que me parece muy importante porque conecta con el mundo de la sustentabilidad, es que en la medida en la cual nosotrxs acompañemos a niñxs a desarrollarse y llegar a un mundo que los cuida, que los sostiene y que respeta sus procesos, hay más chances que emerja una empatía para con el mundo natural. Escuché relatos y anécdotas en escuelas alternativas no convencionales y suelen tener un registro de sus impacto en la vida de los otros y en el mundo natural que es muy cuidadoso. No así aquellos que han sido violentados y ninguneados; ¿qué posibilidades hay que empaticen con el dolor del mundo? En la medida en la cual nosotrxs construyamos un clima educativo que cuide, que proteja y respete hay más chances de que esxs ninxs cuando sean adultos cuiden protejan y respeten a las personas y al mundo en el que viven.
En la medida en la cual nosotrxs construyamos un clima educativo que cuide, que proteja y respete, hay más chances de que esxs ninxs, cuando sean adultxs, cuiden, protejan y respeten a las personas y al mundo en el que viven.
Diría que todas las experiencias educativas alternativas tienen algún aspecto a estos elementos o valores. Lo cierto es que los han abordado desde distintas miradas. Depende del fundamento original y la mirada del mundo que tenga cada corriente educativa van a depender los valores que fomente. Estas dos que mencionas (Montessori – Waldorf) son las más conocidas pero no las que, desde mi perspectiva, más impacto tienen sobre el mundo como lo conocemos. Soy muy partidario de pensar experiencias educativas alternativas integrales que puedan partir de fundamentos sólidos y fuertes pero no sesgados. Integrando perspectivas distintas de cómo funciona el mundo, la vida y también con un pie en la realidad, en el presente, en las urgencias de nuestro cotidiano tanto de las necesidades humanas como las necesidades ecológicas ambientales.
Creo que las educaciones alternativas nos pueden ayudar a ver distintas formas posibles pero que cada unx tiene el desafío de encontrar cuál es la práctica pedagógica revolucionaria para su vida, su contexto y su entorno en función de sus ideales. Mi invitación es recorrer y conocer la mayor diversidad posible para poder potenciar nuestra experiencia transformadora.
Espero que la educación del futuro sea una educación que siga a la vida y que no pretenda dominarla ni someterla.
Si queres seguir profundizando en el tema podes hacerlo en Desaprender, el actual proyecto de Doin.