La rutina en la ciudad nos aburría y necesitábamos cambiar de perspectiva. Queríamos conocer otras formas de ser, pensar, sentir y hacer. La idea de viajar nos inquietaba día y noche. «Todo se resuelve andando», leímos por ahí y nos gustó esta idea de pensarnos en un continuo movimiento, siempre viajando. El mundo estaba esperándonos y nunca nos animábamos a cruzar la puerta. Así fue que después de meses de debate interno, analizar las posibilidades económicas, charlar con amigxs y seguir nuestro deseo más genuino, decidimos sacar un pasaje rumbo a Salta, Argentina, para iniciar un viaje sin fecha de regreso.
«¿Cómo van a vivir?» «¿Y vas a dejar tu trabajo?» «Pero si acá estás bien». «¿Qué vas a hacer a la vuelta?» «¿Tenés plata?» «¿No es peligroso?» Estas preguntas nos las hicieron una y otra vez, incluso nosotrxs también nos las hicimos. Y claro, es que dejar nuestra vida en la ciudad y marcharnos de casa conllevaba más dudas que certezas. Pero si había algo de lo que estábamos segurxs era de querer viajar y conocer nuestro mundo más allá del que habitamos.
Nos dimos cuenta de que estas preguntas eran limitaciones o miedos de lxs otrxs y que en el fondo esos miedos eran netamente materiales. Investigando y adentrándonos en el universo viajero pudimos conocer distintas experiencias y todas apuntaban en la misma dirección: llevar adelante un estilo de vida nómada era posible. Además, descubrimos todo un ecosistema con soporte en las redes sociales. Hoy, con un celular y conexión a Internet podés acceder a un sinnúmero de facilidades. Por ejemplo, alojamiento gratis en casa de locales, voluntariados que incluyen comida y hospedaje, compartir auto para abaratar costos, grupos de WhatsApp en los que se brinda información sobre dónde hacer dedo, qué lugares visitar o dónde comer rico barato, entre otras cosas. Existen plataformas que nos abren a una red de economía colaborativa que permite a lxs viajerxs salir del típico circuito comercial ofrecido por las agencias de turismo.
Viajar nos saca de lo conocido y cómodo para acercarnos a la sorpresa constante y a otra forma de relacionarnos con el mundo. Nos hace ver cuán cargadxs de prejuicios estamos y nos da la oportunidad de aprender de eso. Como decía el escritor Marcel Proust: «El único verdadero viaje de descubrimiento consiste en no buscar nuevos paisajes sino en mirar con nuevos ojos».
Cuando viajamos a veces no somos conscientes de que todo el tiempo estamos tomando decisiones, adaptándonos a las circunstancias, resolviendo problemas y asumiendo desafíos.
Desde qué ruta tomar, dónde dormir, en quién confiar, en qué gastar. Por eso creemos que viajar nos ayuda a generar herramientas para la vida.A su vez, cuando estamos de viaje hay tiempo para todo: para cocinar, para perdernos y encontrarnos, para los besos y el amor, para conocer personas, para dormir, para pasear. Todo se siente con tanta intensidad que es como vivir muchas vidas en un día.
Siempre que viajamos lo hacemos motivadxs por cierto objetivo o interés. No existen viajes mejores o peores, viajar en sí es transformador. Porque no hay manera de que al regresar unx sea la misma persona.
En nuestro caso, decidimos empezar por Latinoamérica porque es la región donde nacimos; nos interesa su diversidad cultural, geográfica y su historia, que es un poco también la nuestra.
¿Y cómo elegimos viajar? De una forma sensible, ecoamigable, en donde prime el contacto con el entorno y su diversidad, donde los encuentros con las personas no son una pérdida de tiempo y la belleza de la naturaleza nos hace llorar. Un viaje en el que nuestro tiempo lo marca el ritmo del pueblo o la ciudad que estamos conociendo.
Es así que disfrutamos de hospedarnos en la casa de una familia, de cocinar juntxs, de aprender de la cultura local. Cómo viven, sienten y piensan en una comunidad determinada. De dormir en una carpa en el medio de un bosque mientras escuchamos los sonidos del ambiente, de las caminatas que ponen a prueba nuestro estado físico y nos dejan exhaustxs.
Claro que durante el viaje no todo es maravilloso. Muchas veces nos sentimos frustradxs porque la realidad no coincide con nuestras expectativas. Nos sensibilizamos ante situaciones de injusticia, estamos tristes porque extrañamos a nuestrxs amigxs y familia o porque nos enfermamos y no tenemos fuerzas para nada más que dormir. Nos sentimos solxs, cansadxs, sin rumbo.
Pero siempre hay personas que se cruzan en nuestro camino que nos hacen recobrar esa armonía y recordar lo importante: estamos vivxs. Más allá de los paisajes y los lugares que visitemos, son esos encuentros, esas personas, esas charlas las que trascienden y dan sentido a nuestro viajar.