Fuego y vegetación tienen historia conjunta. Hay una ecología del fuego, que ha modelizado el paisaje en muchos ambientes. Existen fuegos naturales, provocados por tormentas eléctricas y rayos, o incluso por erupciones de volcanes y las cenizas calientes que pueden iniciar fuegos. El fuego, aunque parezca mentira, en algunos casos es necesario para mantener paisajes. Si hay fuego se recupera mucha vegetación, se reinicia el ciclo, se evita que se cierre el paisaje con arbustos, lo que permite la permanencia de pastizales y sus especies asociadas.
En los incendios intencionales el ser humano está interviniendo y de mala manera. Los seres humanos somos responsables del 75% de todos los incendios forestales a nivel global. En Argentina ese número podría ascender al 95%. Los incendios forestales pueden ocurrir por varios factores: por descuidos o negligencias en prácticas de ocio o producción, pero también pueden responder a la intención de despejar tierras para la especulación inmobiliaria con fines urbanísticos o agropecuarios.
Un buen manejo del fuego disminuye la carga de combustible y por consiguiente el riesgo de incendios y las posibilidades de catástrofes ambientales y sociales como las que actualmente sufren las comunidades de Chubut y Río Negro.
Los bosques nativos son proveedores de servicios ecosistémicos esenciales para la vida humana y de otras especies. Contribuyen a la mitigación y adaptación al cambio climático, la regulación hídrica, dan sustento a la vida de las comunidades locales y contribuyen a la seguridad alimentaria y el desarrollo económico. Son proveedores de materias primas, alimentos, agua potable, medicinas y sirven como reguladores de eventos extremos como inundaciones, la erosión y la calidad del aire. Pero, además, los bosques sanos funcionan como “amortiguadores” de agentes patógenos -como virus y bacterias- que pueden afectar al ser humano.
Es necesaria una correcta planificación y ejecución de recursos de manera eficiente y transparente. La Ley de Bosques que se cumple muy a medias, tiene el artículo 40 que obliga a que todas las superficies de bosques quemadas sean restauradas y tiene un fondo especial de enriquecimiento y conservación de bosques nativos que tiene que ser el 0,3% del Presupuesto Nacional que tiene que usarse en parte para eso. Lamentablemente desde la sanción de la ley ese fondo a sido conformado con menos del 8% del aporte financiero legalmente definido. Pero necesitamos que esos fondos, no sólo estén disponibles, sino que sean ejecutados de forma eficiente y transparente por las provincias, para poder conservar los bosques, manejarlos sustentablemente, prevenir los incendios y, en caso que se quemen, restaurar los bosques.
Restaurar no es sólo volver a plantar árboles, sino que se tiene que ver con quitar el disturbio: evitar que en esos lugares que se quemaron entren las vacas, haya más urbanización, se cambie el uso del suelo para actividades productivas. Eso fomenta que la vegetación empiece a volver y a regenerarse. Pero una vez que se regenera y vuelve, es necesario manejarla para que no sean especies exóticas e invasoras y en algunos lugares sí es necesario plantar especies nativas, para lograr acelerar el proceso de restauración.
Se ha invertido mucho dinero en fortalecer el Sistema Nacional de Manejo del Fuego y los sistemas provinciales. Se ha invertido en recursos en insumos, equipamientos, en formación de equipos. Hay un compromiso muy fuerte de quienes trabajan en esos equipos. Pero el tema es que no se articula esa inversión con la planificación y la prevención. Es poco lo que se invierte en la prevención, como los cortafuegos, la planificación urbana en zonas de riesgo de incendios forestales, la limpieza de terrenos, las quemas prescriptas para disminuir las cargas de combustible, las campañas de difusión y comunicación o la adecuación de infraestructura eléctrica. Tampoco se han logrado sanciones ejemplares a los responsables de incendios intencionales, con lo cual disponer de más y mejores medios de investigación y de una modificación del código penal que incluya la figura de delito ambiental es urgentemente necesaria. Esto permitirá usar la disuasión, para minimizar las posibilidades de futuros incendios.
Además, es necesario trabajar en la regulación de tenencia y uso de la tierra. Porque si bien es necesario utilizar las tierras para satisfacer necesidades humanas, esto debe hacerse de manera ordenado, regulada y planificada.
Como el enunciado de la pregunta lo indica, la zona ha sido “afectada” , un afectado necesita ayuda y acompañamiento para recuperarse. La mayor parte de los predios quemados en un incendio de grandes superficies, no corresponden al predio en el cual inicio el foco del incendio. Es decir que poner restricciones a un afectado por un incendio es, generalmente, trasformar a la víctima en el victimario. Si en el predio quemado ya había una actividad económica, y la misma fue afectada por un incendio, la sociedad debería acompañar la recuperación de esa actividad, bajo buenas prácticas y con un foco en la restauración de los ecosistemas y los procesos naturales que dan sustento a la actividad. Si serviría contar con fiscalías ambientales con capacidad de realizar peritajes y promover investigaciones para dar con los responsables del inicio de focos ígneos y, en base la necesaria adecuación del código penal, sancionarlos administrativa y penalmente con todo el peso de la Ley.
En primer lugar, tomar conciencia sobre el tema y ser más responsables al momento de realizar actividades en zonas rurales:
Además, la ciudadanía puede exigir a los gobiernos provinciales y nacionales que cumplan las legislaciones vigentes y se destinen los recursos necesarios para poder planificar el uso de la tierra, proteger áreas naturales y prevenir incendios.
Ilustración de portada por Javier Guaschetti